“El escenario es majestuoso, inserto en las artísticas líneas y trazos del moderno y, enfrente, la estilizada figura del edificio Simeón, con decenas de miles de personas en el entorno. El sireno, elevado sobre el monolito que lo sostiene, contempla impávido el espectáculo”
Con tan elocuentes frases, es como Ceferino de Blas da inicio a su obra “Vigo y la Navidad”
En esta ocasión fue el sábado 15 de noviembre cuando el alcalde Abel Caballero encendió un imponente espectáculo de luces en el que destacan un árbol navideño de 45 metros de altura, así como más de 12 millones de luces LED que brillan en 460 calles de la ciudad.

El encendido de las luces de Navidad de Vigo se ha convertido en un atractivo turístico
Un espectáculo fuera de lugar, de los más impresionantes del mundo que lleva ya varios años atrayendo visitantes de las más lejanas latitudes.
Un fenómeno multicolor que, si bien ha logrado captar la curiosidad de miles de foráneos que, durante su estancia en Vigo, consumen, gastan y activan la economía, ha recibido también una serie de críticas.
Críticas que se orientan en el sentido de que la enorme afluencia de gente dificulta el tráfico tanto peatonal como automovilístico, de que el ruido ensordecedor impide el descanso de quienes tienen enfrente algún importante motivo navideño, y de quienes con temor piensan que entre la muchedumbre de turistas pudiera colarse gente indeseable.
Hay quienes opinan que el espectáculo ganaría en calidad si no se concentrara tanto en el centro, sino que se distribuyera en zonas de la periferia.
Nosotros, en lo personal, haremos una aportación por medio de una crítica que deseamos sea constructiva.
Desde luego consideramos que es excesivo el número de luces que bien podrían reducirse en una tercera parte puesto que llega el momento en que causan agobio: hasta que deslumbran, pero no iluminan.
Efectivamente, la palabra clave es “iluminar”
¿Qué significa este multimillonario recurso de luces que deslumbran, pero no alumbran?
El hecho de que se presente el espectáculo en estas fechas es porque se está preparando algo, se está anunciando algo…
Y ese algo que se prepara y anuncia es el recuerdo del nacimiento de un personaje que vino al mundo hace más de veinte siglos y cuya influencia fue tan decisiva que -a partir de su llegada- la historia de la humanidad se dividió en dos grandes bloques que respetan incluso los no creyentes: “ANTES DE CRISTO” y “DESPUES DE CRISTO”
Y es que, a partir del Nacimiento de Cristo en el Portal de Belén, la humanidad ya no volvió a ser la misma.
Aquel recién nacido, que fue recostado en un pesebre, corrió peligro de muerte a los pocos días de nacer, creció, se hizo hombre y predicó una doctrina que cambió la mentalidad de los pueblos al conseguir que -sin distinción de razas y clases sociales- todos se vieran como hijos de un mismo padre.
Ese fue el gran prodigio operado por el Cristianismo: un cambio en el modo de pensar que modificó la conducta de quienes vendrían después.
Una doctrina de amor que puso las bases para que se construyeran hospitales, orfanatorios, asilos y para que el Arte se enriqueciera de un modo nunca visto.
Ni duda cabe que, a partir de aquella Navidad de hace más de dos mil años la humanidad ya no volvió a ser la misma puesto que su historia empezó a clasificarse en “ANTES DE CRISTO” y “DESPUES DE CRISTO”
Dicho acontecimiento, la llegada del personaje más importante de todos los tiempos es la que debemos celebrar en esta época navideña.
Si no entendemos esto y nos dejamos cegar por luces que deslumbran pero no iluminan, correremos el riesgo de andar a ciegas sin encontrar jamás el verdadero camino.
