Ha estallado la guerra intergeneracional. La razón es sencilla: aunque conviovimos en el mismo espacio nos informamos por diferentes medios, votamos diferentes opciones y tenemos criterios y valores distintos. PP y PSOE son mayoritarios entre mayores de 50 años mientras que Vox arrasa entre los jóvenes y los votantes de izquierdas de menor edad prefieren romper la baraja de la mano de Podemos o Sumar.
Esta semana se han producido varias noticias relacionadas. Una, que España lidera el déficit público de la UE si al déficit sumamos los compromisos pensionados.

Por otra parte, se está viralizando el gráfico que muestra el gasto social por edad teniendo en cuenta todo: educación, sanidad, ayudas sociales, dependencia, etc. El gráfico es demoledor porque a partir de los 65 en adelante, el coste se dispara. El déficit es brutal.

El gráfico ha sido ‘bautizado’ como ‘el elefante en la habitación’…
Por supuesto, sólo están cobrando aquello por lo que cotizaron. Lo que cabe plantearse es si es sostenible un sistema en el que los únicos que han ganado renta per capita en los últimos 20 años son los jubilados.
Tienen vivienda en propiedad, transporte, medicinas y ocio subvencionado. Y la pensión media ya supera el salario medio de un recién incorporado al mercado laboral.
¿Por qué se mantiene este sistema? Sencillo: los jubilados son cerca de 10 millones de votantes y son los que deciden las elecciones. Votan más que la media y su principal criterio de decisión es la pensión. Por eso PP y PSOE compiten en quién es más ‘generoso’.
El problema es que la Seguridad Social lleva años en números rojos. Las pensiones se pagan gracias a las transferencias de rentas del Estado. Unas transferencias que -¡casualidad- coinciden con la cifra de déficit público. Es decir, si la Seguridad Social no contara con el ‘primo de Zumosol- del Estado, no habría déficit. Obviamente, tampoco habría las pensiones que estamos pagando hoy en día.

Lo peor es que la perspectiva es claramente peor. Las nuevas pensiones son más elevadas, la esperanza de vida no para de crecer y los nuevos cotizantes no compensan. Por eso desde Bruselas nos urgen a que impulsemos un sistema automatizado de previsión privado. Es decir, que junto a la pensión obligatoria (cerca del 30% del salario) el trabajador esté cuasi obligado a hacerse una pensión privada.
Manuel Pimentel salió del gobierno hace mucho tiempo por negarse a mantener esta mentira. Es un sistema ponzi que empieza a reventar.
Obviamente los jubilados no tienen la culpa. Pero los jóvenes tampoco la tienen de haber nacido en una fecha equivocada. Ni tampoco los boomers tienen la culpa de haber nacido sin las estrecheces de la posguerra y de haberse incorporado a la actividad en un período de fuerte expansión.
La solución tiene que ser compartida por todos para garantizar un recambio generacional en un país con seguridad jurídica, equidad social y valores compartidos.
Los jubilados tienen que entender que la actual situación no es sostenible. El acuerdo del gobierno PP fue de actualizar las pensiones un 0,25%. Eso habría permitido ir quitando presión sobre el sistema de manera paulatina. Voló por los aires, pero quizás deba regresar.
Por otra parte, hay que incentivar fiscalmente los sistemas de previsión social como se hizo en su momento. No hay que obligar, pero sí incentivar.

Gráficos de Banco de España que muestran el incremento de la riqueza inmobiliaria de las familias españolas
Y por último, el patrimonio de jubilados y boomers se ha visto fuertemente incrementado por el incremento del valor de los inmuebles. La tentación de los gobiernos es gravar todavía más al ladrillo. Eso sería echar más leña en el fuego. Lo que tienen que hacer las administraciones es aplicarse la misma austeridad que se aplican los particulares y rebajar la presión fiscal.
Pero regresando al valor del ladrillo: es necesario esperar a la muerte para poner en circulación ese valor. ¿No es posible planificar para que esa herencia de los boomers que triplicará el PIB y será un 41% superior a la que existente hasta ahora se anticipe sin esperar a la muerte?, se pregunta el analista Víctor Sánchez del Real. Estamos hablando de cerca de 250.000€/persona en media. Teniendo en cuenta la esperanza de vida, los herederos ya serán ancianos -o casi- cuando lo reciban teniendo un impacto mucho menor que si lo reciben con 30 años.
El sistema financiero podría innovar para transformar esa acumulación de valor en dinero que fluya en nueva inversión y en mayor natalidad para el futuro. Porque si la generación del baby boom está mayoritariamente asentada es porque nació en una época de expansión demográfica y por tanto económica. Sin natalidad no hay futuro. Y es responsabilidad de todos buscar fórmulas que garanticen el relevo generacional.
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Que tengas un excelente sábado en familia. Un abrazo,
Luis Losada, director de Actuall y todo el equipo
PD. Sin natalidad, no hay futuro. Reenvía este email
PD2. ¿Cuando empezaremos a coger el toro por los cuernos?
